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La etapa juarista en San Bartolomé Naucalpan, segunda parte.

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Por Jaime Orozco Parejas, Cronista Municipal.

De la intervención al imperio.

Logrado el triunfo de los liberales tocaba a Juárez organizar la victoria. Pocos presidentes en México han tenido que lidiar con problemas tan múltiples y complicados como a los que Juárez hizo frente. La política y economía interna estaban destrozadas, la creciente deuda pública y el gran descontento entre los simpatizantes del partido conservador le dieron un sabor amargo al triunfo de los liberales. La grave crisis financiera obligó al presidente Juárez a decretar, el 17 de junio de 1861, la suspensión de pagos de la deuda externa durante dos años, lo cual molestó de sobremanera a tres de las principales potencias mundiales: Inglaterra, España y Francia.[1] Así, a la lucha que todavía se libraba en el país contra los conservadores descontentos, se sumó el desembarco que llevaron a cabo estas tres naciones en el puerto de Veracruz para reclamar sus pagos a México, a finales de 1861. España e Inglaterra se retiraron tras firmar los Tratados de la Soledad, pero Francia siguió adelante con sus planes de invasión. A pesar del triunfo obtenido por las tropas mexicanas el 5 de mayo de 1862, en la famosa Batalla de Puebla, un año después los franceses lograron vencer a las tropas republicanas. En 31 de mayo de 1862, tras la caída de Puebla, el presidente Juárez tomó la determina­ción de abandonar la capital, con lo que los franceses lograron llegar a la capital el 10 de junio.[2]

A la salida de Juárez de la Ciudad de México, un grupo de conservadores mexicanos de entre los que destacan José María Gutiérrez Estrada, José Manuel Hidalgo y Juan Almonte impulsaron  la creación de un Gobierno provisional a través de la Junta Provisional de Gobierno compuesta por treinta y cinco personas, quienes nombrarían a tres de ellas para formar un triun­virato; éste tomaría las funciones del Poder Ejecutivo. La Junta se transformó después en la Asamblea de Notables. El primero de junio se determinó que la forma de gobierno que tomaría México sería una Monarquía hereditaria y se acordó ofrecer la corona del Imperio Mexicano al Archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo.[3]

A pesar de la instalación del nuevo sistema, el terri­torio nacional no tuvo días de paz, pues había mucha oposi­ción por parte de los defensores de la república, a través de la guerra de guerrillas. Este sistema de resistencia dejó sentir sus efectos en Naucalpan. En junio de 1863, se daba cuenta al Jefe Político de que un vecino de Naucalpan tenía treinta armas de fuego, que fueron requeridas por el Presidente del Ayuntamiento para la defensa de los pueblos y la cabecera. Dichas armas habían sido retiradas a soldados fieles a la república, por lo que debía pasar a manos de los funcionarios municipales.[4]

La preocupación por  obtener armamento  tenía un sustento real, pues iniciado el mes de julio llegaron  noticias  del avistamiento de Nicolás Romero, activo defensor de la democracia, quien aceptaba a Vicente Riva Palacio como gobernador del Estado de México, anteriormente nombrado por las fuerzas juaristas.[5] Nicolás Romero, conocido como el “León de la Montaña”, se movilizó con gran rapidez a los pueblos serranos en Naucalpan, y de ahí se desplazó a la cabecera municipal, lugar donde se dio un enfren­tamiento que trascribimos a continuación:

“A horas que serán las cuatro de la tarde del día de ayer (1 de julio) se avistó al cabecilla Nicolás Romero con su fuerza poco más o menos de cien hombres, atacando a esta población del rumbo hacia el poniente en la loma con un fuego nutrido de cosa de una hora; la guardia de esta cabecera, compuesta de veinte hombres de los vecinos más honrados citada en las azoteas más ventajosas correspondió al fuego, y no se dio lugar a este faccioso y sus aliados dar paso al centro de esta plaza, haciéndole al enemigo la lucha dos caballos muertos y algunos heridos que logró llevarse después de su combate tan reñido….[6]

En el informe se destaca la participación de Don Abraham Espinoza, quien animó a los demás vecinos y logró defender el comercio, que de otra forma hubiera sufrido un gran descalabro. De ahí, Nicolás Romero se dirigió al pueblo de Santiago Occipaco y tomó el rumbo a Monte Alto. Los franceses reaccionaron muy rápido, debido a la cercanía de Naucalpan con la Ciudad de México. Primero llegaron 20 franceses (denominados zuavos), que venían del molino de Río Hondo.

La resistencia  a la agresión por parte de los pobladores de Naucalpan fue consecuencia de la aceptación que tuvo este nuevo sistema de defensa en todas las poblaciones del Departamento del valle de México. El día 6 de julio se vio a Nicolás Romero rondando las proximidades de  Monte Alto, cerca de Santiago Mazatla.[7] Se decía que en esa zona iba cometiendo “toda clase de crímenes y deprava­ciones”.[8] Lo más probable, es que su sistema de guerra de guerrillas amena­zaba  aquellos poblados afectos a la intervención francesa. En el caso de Naucalpan su adhesión al sistema monárquico se hacía oficial en agosto de 1863. El informe enviado al señor Prefecto y Comandante de Tlalnepantla es prueba de ello.[9] Estos documentos se multipli­caron por muchos más ayuntamientos, los cuales fueron presen­tadas al Príncipe Fernando Maximiliano como una muestra de que los mexicanos estaban deseosos de que ocupara la corona del Imperio Mexicano.[10] En febrero de 1864 Maximiliano aceptó definitivamente la corona mexicana. En abril firmó los Tratados de Miramar, en los cuales se planeó el paulatino abandono de las tropas francesas de México, tomando en cuenta el fortalecimiento que iría ganando el Imperio Mexicano. El decreto de la aceptación de la corona mexicana llegó a Naucalpan el 30 de mayo de 1864, lo cual fue motivo de un desfile militar en la cabecera, con música y cohetones durante todo el día.[11] Finalmente, Maximiliano y Carlota llegaron a Vera­cruz en mayo de 1864 y fueron recibidos en la ciudad de México el 11 de junio.

El emperador se rodeó de varios liberales moderados e hizo a un lado a gran número de conservadores, quienes veían en el Imperio una solución a las leyes de Reforma. Por el contrario, en diciembre de 1864 nacionalizó los bienes del clero y suprimió los pagos que se hacía a la iglesia por servicios. Destacó la libertad de cultos y tuvo como una de sus principales preocupaciones la educación pública.[12] A pesar de la resistencia de los opositores y algunos acontecimientos violentos en la demarcación, Maximiliano visitó Naucalpan a mediados de junio de 1866.[13] Una de las prin­cipales preocupaciones del Imperio fue la instrucción pública, ya que su ministro fue un destacado intelectual mexicano, el liberal moderado José Fernando Ramírez. Por ello, en la visita a Naucalpan, el Emperador donó cien pesos, los cuales serían utilizados en uniformes y otros útiles que requerían los niños de menores recursos de la cabecera. Asimismo, entregó al Inspector de las escuelas de primeras letras, diez medallas para los niños más aprovechados.[14]

Debido a la resistencia de los opositores del sistema imperial, en Naucalpan y otros lugares del país se presentaron enfrentamientos armados en 1865, dichos eventos generaron que los detenidos participando en estos hechos fueran ejecutados  en las siguientes 24 horas después de su detención.[15] Uno de los que recibieron este trato fue el ya mencionado Nicolás Romero, quien fue ejecutado el 18 de marzo de 1865, en el pueblo de Mixcalco junto con 18 seguidores más.[16] La vida en Naucalpan  acontecía con normalidad, salvo algunos acontecimientos que inquietaban la vida cotidiana; uno de ellos se presentó el 27 de abril de 1866, cuando se le dio la noticia al encargado de la comisaría (que ejercía como el policía de la localidad) informándole que la imagen de la Virgen de los Remedios había sido robada del santuario. Posteriormente se hizo la aclaración de que solo se trataba de intención del Presi­dente del Ayuntamiento de México de llevársela a la ciudad capital. El presidente de Naucalpan se opuso terminantemente a ello, ya que no le fueron mostrados documentos oficiales para autorizar la salida de la imagen mariana. Al final se logró disuadir a la autoridad de la capital de llevarse a la virgen, por lo que la gente quedó satisfecha.[17] En cuanto a la producción agrícola durante este periodo las cosas transcurrieron con normalidad; la relación exacta de las cosechas de la municipalidad, se daba en noviembre por medio del primer informe del Distrito del Oeste. En él se observa que el cultivo del maíz era preponderante en todas las haciendas de la municipalidad. La Hacienda de Echegaray era la más productiva, con 1,500 cargas de maíz y 650 de trigo al año. En segundo lugar estaban las Haciendas de los Molinos Prieto y Blanco. En éstos destacaba también el trigo, que llegaba a 740 cargas. Entre los pueblos, el de San Bartolo Naucalpan era el más productivo, con 400 cargas de maíz.[18]

Con el transcurso del tiempo el imperio no pudo consolidarse, debido a las tendencias liberales del emperador, lo que causaba el alejamiento y la desaprobación de las facciones conservadoras mexicanas. A finales de 1866 el Imperio vivía momentos apremiantes; además de la precaria situación económica, se veía venir el retiro de las tropas francesas según lo acordado en los Tratados de Miramar. Todas las poblaciones que eran abandonadas por los franceses fueron recuperadas por los repu­blicanos.  Con la reinstalación de la República en Naucalpan no se perturbó la tranquilidad, pues seguramente mucha de la población que apoyaba a Juárez no expresaba su opinión por miedo mientras duró en gobierno imperial. La salida de la emperatriz Carlota para buscar ayuda del Papa no tuvo buenos resultados, por lo que Maximiliano consi­deró abdicar  en noviembre de 1866, pero lo reconsideró,  decidiendo asumir el cargo hasta las últimas consecuencias.[19] El 13 del mismo mes, Maximiliano abandonó la capital, dirigiéndose a la ciudad de Querétaro. Tras un sitio que duró casi dos meses, el emperador se rindió el 15 de mayo. Después de un juicio sumario, Maximiliano fue fusilado en el cerro de las Campanas de Querétaro el 19 de junio de 1867. Con ello termi­naba el segundo Imperio Mexicano y se instituía nuevamente la República, gracias al empeño y valentía de muchos mexicanos, entre los cuales destaca por supuesto, una figura que cobraría  gran relevancia para el futuro de  nuestro municipio, el Presidente Benito Juárez.


[1]4Lilia Díaz, “El liberalismo militante” en Historia General de México, Versión 2000, México, El Colegio de México, 2000, p. 605.

[2]Pedro Pruneda, Historia de la Guerra de Méjico desde 1861 a 1867, México, Editorial del Valle de México, s/a, p. 240.

[3]Lilia Díaz, op. cit., p. 614-615.

[4]AHMNJ, Sección Presidencia, vol. 1, exp. 1, f. 1.

[5]María Teresa Jarquín y Carlos Herrerón Peredo, Breve historia del Estado de México, México, FCE, El Colegio de México, 1996 (Colec. Fideicomiso Historia de las Américas, Serie Breves Historias de los Estados de la República Mexicana), p. 99.

[6] Cuaderno de minutas 1863, AHMNJ, Sección Presidencia Vol. 1 Exp. 1 F.

[7]AHMNJ, Sección Presidencia, vol. 1, exp. 1, f. 3 v.

[8]AHMNJ, Sección  Presidencia, vol.- 1, exp. 1, f. 3.

[9]AHMNJ, Sección Presidencia, vol. 1, exp. 1., f. 6v.

[10]Francisco de Paula Arrangoiz, México desde 1808 hsta 1867, (Prólogo de Martín Quitarte), 7ª ed-. México, Ed. Porrúa, 2000, p573

[11]AHMNJ, Sección Presidencia, vol. 1, exp. 1, f. 23.

[12]Patricia Galeana, Juárez en la Historia, de México, México, H. Cámara de Diputados, LIX Legis­latura, Miguel Ángel Porrúa, 1006, p. 36

[13]Eran frecuentes las visitas que hacía Maximiliano a diversos pueblos de México. Su primer viaje lo hizo en agosto de 1864,María Teresa Jarquín y Carlos Herrejón Peredo, op. cit., p. 99

[14]AHMNJ, Sección  Presidencia, vol. 1, exp. 2, fs. 23-24 v.

[15]Patricia Galeana, Juárez en la Historia, de México, México, H. Cámara de Diputados, LIX Legis­latura, Miguel Ángel Porrúa, 1006, p. 120.

[16]Pedro Pruneda, op. cit., p. 359. Nicolás Romero fue reconocido como Benemérito del Estado el 7 de Enero de 1868, por decreto del Legislativo.

[17]AHMNJ, Sección Presidencia, vol. 1, exp. 2, fs. 12-13 v.

[18]AHMNJ, Sección Cabildo, vol. 1, exp. 1. “Estado que manifiesta lo relativo a la cosecha de los pueblos, Haciendas y rancherías que comprende esta municipalidad”.

[19]Francisco de Paula Arrangoiz, op. cit., p. 804.

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